¡Cuidado una asesina anda suelta!

Finalmente me había unido a una nueva organización, sólo espero que los tratos entre sus miembros sean diferentes, mi objetivo no es más ni menos que conocer amigos que no sean de la clase que mata a sus amigos, lo que podría decir enemigos, siendo que los consideraba amigos, por lo que yo seria la enemiga actual de quienes quiero como amigos.
Me encontraba dentro de un jardín de niños, no había visto ninguna biblioteca, y allí habría algo para leer. -Señorita.. esto es un jardín de niños- Miré a la mujer seriamente, no puedo hacerlo de otro modo. -Lo sé- Seguí leyendo la historia del leñador sin hacha, un libro que había sacado de uno de los estantes. Una niña se acerco preguntando si podía contarle algún cuento. -¿Señora, me lee un cuento?- Cerré el libro, había leído sólo hasta la mitad, era un cuento sin mucho sentido, un leñador que no usa un hacha, supuestamente estos deberían usarlas para poder ser leñadores, pero no, este hombre ficticio sólo empleaba sus manos y "talaba" flores para regalarlas en la ciudad. No me había agradado, no podía ensuciar la mente de una niña pequeña con semejante basura sin sentido. -Si- Dejé el absurdo libro donde estaba nuevamente. -Tiene un cabello muy largo- -Es para matar mejor- -¿Matar?- Tomé a la niña y la senté bruscamente en una pequeña silla. -Te contaré la historia de como el primer mago de fuego del reino de Iceberg fue asesinado- De ese modo, me senté frente a ella sin darle posibilidad de escapar, finalmente alguien podría escuchar una historia con mucho sentido, podría terminar siendo mi amiga.

El caso del mago de fuego en el reino de hielo, un asesinato muy peculiar, este sólo estaba de paso, pero la orden de matarlo y pintar el suelo con el ya había sido dada. Considerado como posible a resistir, se formó un grupo de dos asesinos. Infierno Plateado, la asesina de los cuchillos, la mujer de plata, una humana normal con un instinto y una frialdad muy notable. Agonía Sigilosa, un asesino amante de la tortura, este siempre maniataba sus victimas y amarrándole a boca, cortaba sus cuerpos en pequeñas rebanadas de carne. este grupo se había creado con el fin de unir sus habilidades de asesinato y tortura, logrando una muerte peculiar. Todo fue ordenado por Nemesis.
-Hace no mucho tiempo, 3 años, 4 meses y 18 días para ser exactos, un mago de fuego visito el reino de Iceberg- La pequeña escuchaba atenta, aún no iniciaba la verdadera historia. -Sus razones no eran conocidas, pero él, debía morir- -No me gusta este cuento- -Aún no llega la parte emocionante. Como decía, él debía morir, la organización de Nemesis enterado de la situación y del "peligro" que este mago podría ser para la organización, ordeno su aniquilamiento, por lo que se formo por primera vez el grupo más descabellado posible- -No quiero saber..- La niña prácticamente estaba por llorar, iba a salir corriendo pero yo lo impedía, tenia que contarle el final de la historia. -Querías un cuento, no he terminado- La profesora a cargo de los niños al escuchar mi historia tan interesante se acercó pero no parecía estar muy contenta. Me abofeteo, estaba celosa de que pudiera saber una historia mejor que la de sus libros. -Váyase- No tenia mucho interés en competir. Me fui.
A los pocos minutos ya me encontraba por las calles, la pequeña niña podría haber evitado sufrir un pequeño trauma. Supongo que ya podre contar mis historias.

Aún no podía entender que clase de libros tan malos podían ser los que había en aquel lugar con pequeños humanos. Simplemente no tenían ningún contenido útil. "Capaz podría conseguirles algo que si puedan leer." -Quiero taiyaki- Tenia hambre y ya estaba frente a una pequeño jardín. -Caminaré para ver si encuentro algún pequeño puesto- Continué mi camino sin nada que hacer más que buscar saciar mi hambre, finalmente encontré un pequeño puesto callejero que posiblemente venderían los deliciosos taiyaki que tanto me encantan. -Quiero una bolsa de taiyaki- -Lo siento señorita, no vendemos eso- Me fui sin siquiera despedirme. Debería buscar más exactamente donde podría encontrar esos pastelitos con forma de pez.
Pasada una hora de recorrer la ciudad, no tenia nada que hacer, necesitaría dinero y conocer más a fondo la ciudad y la organización a la que me había unido. Ya tenia mi marca de suerte por lo que el resto debería ser fácil. Por debajo de mi paso una pequeña gatita blanca a la cual seguí sin razón. No seguía ningún camino en general, sino más bien parecía estar asustada de mi. -Ven aquí nya- Recordé algo que alguna vez leí, que a los gatos les gusta la leche. Como yo no tenia nada para darle, desistí y permanecí de pie mientras la gata continuaba camino. Ahora deberé conseguir taiyaki para mi y leche para los gatos de la ciudad. -¿En donde estoy?- Me había perdido, sólo necesitaría simplemente ubicarme un poco para poder regresar.



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