El hombre de la cicatriz [Saga de la culpa]

Hardrack siguió su extraña persecución de la tormenta hasta la ciudad cercana de Alcalypha, donde perdió toda oportunidad de alcanzar los rayos que tanto le llamaron la atención. Bajo la lluvia torrencial, única constante remanente de la tormenta, no podía ver nada más allá de unos 3 metros, y el sonido de los truenos, lejos aún pero estruendosos como si estuvieran cerca, nublaban sus sentidos principales, aquellos en los que tanto confió durante más de una década. Parecía viejo y cansado bajo la lluvia, como si en vez de sus cortos 20 años llevara encima el triple, 60 años; un hombre que apenas estaba en su juventud, cansado y anciano, sabio y torpe, quejándose internamente de su dolor, de las cicatrices ardiendo bajo el frío de la lluvia, sus huesos temblando. -Me recuerda a esa fatídica noche... ¿Cuánto tiempo ha pasado de mi crimen, Victoria? Dijo en voz alta en medio de la calle, sin nadie cerca que lo escuchara, pero estaba bien, nadie escucha a un criminal, nadie quiere a un hombre loco, ya no queda nadie...

"Ha sido rudo vivir mucho tiempo en soledad, ¿no gato?" Se preguntó sin razón aparente, al tiempo que detallaba a su alrededor, algo no estaba bien, algo pasaba. Sus hueso le dolían, su carne estaba alerta, algo estaba cerca, acechándolo, y lo sabía perfectamente. -Nadie caza a un león. Yo soy el cazador aquí. ¿Qué quieres? No había nadie ahí, hasta que apareció un hombre ataviado con armadura envuelta en una capucha negra. -Hardrack Blitze... ¿De verdad crees que te estaba buscando a ti? ¿Aún eres tan narcisista para creer que todo gira a tu alrededor? Aquel hombre, que caminaba desde las afueras de la ciudad hasta otro lado, no tenía intenciones de atacarlo, aparentemente. -Arcus... No me esperaba que estuvieras por aquí. ¿Qué haces tan lejos de casa? El hombre llamado Arcus se quitó la capucha, revelando su rostro, cabello corto y castaño y ojos caramelo, sin barba. -Asuntos personales. ¿Y tú? ¿No te cansas de cazar tormentas? ¿Eh, Darlian?

-No me llames así, ya no tengo nada que ver con ese nombre. ¿Qué asuntos personales que sacan de Velonia, Arcus? Estaba bastante tenso, sus puños apretaron con fuerza y cerró su ojo derecho, costumbre, aunque casi podía sentir su cicatriz arder. -No tengo por qué responder a eso, niño. Siempre has sido testarudo y egocéntrico, pero no tengo nada contra ti, ya no más. Eso quedó en el pasado. Caminó hasta Hardrack, con paso lento, eso puso al león más tenso que nunca, pero no por miedo o ansias; parecía animado a propinarle un buen golpe. -Ya casi se cumplen 2 años, ¿ya cerraron tus heridas? Arcus no dijo nada, pasó al lado de su "amigo" y dio 4 pasos hasta detenerse, pero sin encarar a Hardrack. -Han pasado ya 2 años, lo que le pasó a ella... No fue tu culpa... Has sido un monstruo, un ser despreciable que una vez casi pierde la humanidad, no sé qué vio mi hermana en ti... Pero tengo una deuda, Hardrack. Ya no eres mi enemigo.

Arcus continuó su camino hasta el pueblo, pero sus intenciones no eran quedarse. Desapareció entre la niebla y la lluvia, en una dirección desconocida. -Pues yo nunca saldé mis deudas, no del todo... Caminó en sentido opuesto y pasados unos minutos llegó hasta una pequeña posada, con su taberna en la planta baja. Entró, llamando la atención de los presentes, pero poco hizo más que ir hasta la barra y pedir algo de beber, un licor fuerte. Ahí se quedó pensando, recordando a Arcus, aquel que en antaño fue su mayor rival. "Irónico, que en este día, lo vuelva a encontrar." Pensaba, pero algo lo distrajo: un grupo de hombres murmuraban algo sobre un asalto y un hombre importante, dinero y demás que no entendió. Pudo dejarlo pasar, cosas de bandido que no le interesaban, a excepción que mencionaron el apellido "Aurelio" un par de veces.

Mantuvo su concentración en la bebida, sabía lo que significaba ese apellido, lo que representaba, una parte de su pasado que no podía olvidar, no deseaba olvidar pero aún así deseaba que no existiera en sus memorias. Los hombres, que no aparentaban ser bandidos a pesar del tema que abordaban, seguían narrando algunas extrañas situaciones, movimientos de los bandidos reales de la localidad y nuevamente mencionaban a Aurelio. Todo apuntaba a que planeaban emboscar a alguien de apellido Aurelio en las próximas horas, o quizás más pronto. Se levantó, dejó el dinero sobre la mesa y caminó hasta los hombres. -¿Dónde? Fue la pregunta, seca, corta pero directo al punto; no le entendieron lo que quiso decir, incluso uno se levantó y le dijo que se mantuviera fuera de lo que no le importa. Grave error: le dio un golpe en la cara para luego tomarlo por el cuello. -Paciencia... No tengo ese don. ¿Dónde? ¿Dónde planean atrapar a Aurelio? Asustados por su repentina acción y su intimidante forma de preguntar, aquellos hombres le indicaron un lugar no muy lejos de ahí. Soltó al hombre y salió de la posada, camino al lugar mencionado.

Al llegar, como él mismo esperaba, estaba un grupo de hombres, bandidos, tirados alrededor de un único hombre en pie, con su armadura replicando el sonido metálico de la lluvia sobre el metal. Se mantenía en pie a duras penas, golpeado y cansado, pero relativamente ileso. -No tenías que venir, lo sabes. Fue la respuesta fría y con cierto tono de molestia de Arcus, quien tomó su espada, tirada en el suelo. -¿Cómo se enteraron que vendría un Aurelio hasta aquí? No hubo respuesta inmediata. -¿Qué haces aquí? Arcus se giró para encarar a Hardrack. -Las cosas han cambiado desde que te fuiste, "León". Los Aurelio ya no somos tan poderosos como antes. Sabes que puedo encargarme de esto, y aún así viniste. ¿Por qué me molestas? Un minuto de incómodo silencio reinó mientras la lluvia poco a poco iba disminuyendo. -Porque soy lo suficientemente idiota como para darme cuenta tardíamente lo que buscas. Buscas a Victoria, ¿cierto? Ambos sujetos sufrieron un cambio radical al momento de pronunciar y oír ese nombre: Arcus encaró directamente a Hardrack, y éste le devolvió la misma mirada fría.

La tensión se incrementaba, parecía que ambos sujetos se enfrentarían en combate, con más ventaja para Arcus, que poseía una espada. Eso molestaba internamente a Hardrack, aunque desarmado no dejaba de ser un peligro para su adversario. -"Victoria" según dices, es el hacha de combate de mi padre, una reliquia de los Aurelio. Puede que mi amada hermana te la haya regalado, pero es mi deber traerla con su verdadero dueño. Inexpresivo, Hardrack miraba con atención a Arcus, quien se ponía en guardia alzando su espada contra su rival. -¿Y qué harás si te la doy? ¿Venderla? Me sorprende que desafíes el último deseo de tu hermana. Atesoro esa "reliquia" como ninguna otra cosa en este mundo. No permitiré que tu codicia destruya el deseo de mi amada... Pero no pudo terminar, pues Arcus no toleró más y atacó con un corte diagonal que apenas pudo esquivar Hardrack. -Que así sea... En guardia también, alzó su brazo derecho en dirección hacia su oponente, se sentía como si la atmósfera alrededor de Hardrack cambiara, se podía percibir cargas eléctricas a su alrededor, pequeñas chispas azules.

Ambos sabían que Hardrack estaba listo para lanzar un relámpago, pero Arcus conocía muy bien esa técnica, la había visto antes y supo esquivarla una vez, causándole la cicatriz que ahora tiene en su ojo derecho Hardrack, y eso bien lo sabía el "león" también, por lo que sería más cuidadoso y letal en su ataque. Sin embargo, antes que pudieran atacarse mutuamente, el sonido de un carruaje se hacía cada vez mayor, se acercaba, y eso detuvo a ambos hombres, que se apartaron y vieron pasar al carruaje a unos metros, sin prestarle mayor atención. Finalmente, Arcus envainó su espada, se acomodó la capucha y se disponía a continuar su camino, algo que le pareció muy inesperado a Hardrack. -No tengo asuntos contigo, Darlian. A pesar de lo que crees, no estoy en busca del hacha, aunque agradecería que me la dieras... Pero no hubo respuesta positiva, Hardrack negó con la cabeza. -Siempre fuiste terco. No importa, respetaré la decisión de mi hermana. -¿Qué estás buscando? Yo puedo... -¡Ahórrate la lástima! No quieras ser amable, ya sabemos en qué terminó la última vez. Aún no te he perdonado por lo que hiciste. Sin más que decir, siguió andando, con paso pesado como si estuviera molesto. "No hace falta que me lo recuerdes, yo también recuerdo lo que hice... y tampoco puedo perdonarme." Dio media vuelta, en camino de regreso a Magnolia, aunque sus pensamientos estaban en otra parte, y su mirada en el cielo.